Nuestras Subpersonalidades o múltiples Yoes

Nuestras Subpersonalidades o múltiples Yoes

“Aunque el ser humano tiene una esencia única, no está conformado por un solo yo. Dentro de su persona, existen multitud de roles y facetas, yoes presentes, pasados y futuros. Una buena forma de mantener óptima nuestra autoestima es ser conscientes de que existen todos esos roles, valorarlos, aceptarlos, pero no fusionarnos con ellos. La no fusión a un rol, implica que la persona entienda que ninguno de ellos empieza y completa su definición a la vez. Esto quiere decir que, si en mi vida, debido a distintas experiencias, uno de mis roles representados se ve mermado en algún sentido, no tengo por qué sentirme desdichado completamente. El resto de yoes, que no han sido dañados, pueden compensar en gran medida ese dolor.” (“La Mente es Maravillosa. Conoce a tus yoes y no te fusiones con ninguno”).

El Yo Imaginario.

“La humanidad sufre de una perniciosa enfermedad llamada ‘consideración interna’, una enfermedad que es tanto más debilitante cuanto que es insospechada; y es llevada a cabo por las actividades de una persona menos reconocida aún llamada ‘Yo Imaginario’. Laboramos bajo la ilusión de que nuestro comportamiento está controlado por un ser inteligente que lleva nuestro nombre, y al que llamamos yo; pero en realidad este ser sólo está presente muy raramente, pues nuestras reacciones diarias dependen de patrones de asociación, establecidos por la experiencia, a los que el cerebro se refiere automáticamente. Todo suceso pone en juego un pequeño grupo de asociaciones apropiadas que determinan la respuesta, de modo que nuestro comportamiento es realmente controlado por una sucesión de automatismos. Este es un modo efectivo de enfrentarse a la vida. Permite al cerebro tomar decisiones instantáneas sin un cálculo laborioso, y sin tener que recurrir a nosotros. En verdad, nos damos tan poca cuenta de la situación que nos identificamos con estos automatismos, llamándole a cada uno Yo, por turno, aunque a menudo no sean ni inteligentes, ni consistentes.

Algunas de las asociaciones adquiridas son objetivas y tienen que ver con la adquisición de conocimientos y habilidades de la vida. Forman la base de la Personalidad. Pero hay muchas más que son puramente subjetivas, y que tienen que ver tan sólo con un ser enteramente imaginario, al que desde una tempranísima edad se le ha llegado a considerar como de importancia suprema: y éstas no sólo son inútiles sino un gran obstáculo. La ilusión de este precioso ser imaginario, de este yo imaginario, crea toda una hueste de asociaciones espurias, a partir de las cuales se construye una Personalidad Falsa enteramente ficticia. Si pudiéramos verlo resultaría divertido, pero como estamos tan ciegos, esto causa un devastador efecto en nuestro comportamiento. Nos obsesionamos con toda una hueste de exigencias innecesarias e inútiles. Nos preocupa lo que otra gente pueda pensar de nosotros.

Hablando estrictamente es solo este falso ser el preocupado, pero no somos lo bastante inteligentes para verlo en dichos términos. Sería mucho mejor que lo hiciéramos. Pero continuamente me pregunto qué pensará la gente de mí, si me he comportado correctamente, si me he comportado honorablemente. ¿Me aprecia realmente la gente? ¿Me tratan con el respeto que se me debe? Pues, después de todo tengo algunos conocimientos y alguna experiencia, y espero ser tratado de acuerdo con ello. Así que me resiento si no recibo esta consideración. Puedo no expresarlo exteriormente, pero aún me resentiré interiormente. Cuando un inculto vendedor me llama ‘estúpido’, me resiento. Esta es la Falsa Personalidad en funcionamiento, y le lleva a uno a juzgar constantemente a otra gente y a los sucesos. Los juzgamos enteramente en relación con si son lo que yo quiero (esta cosa imaginaria a la que llamamos ‘yo’, claro está). Colocamos todo sentimiento sobre nosotros en este ser imaginario, y nos identificamos completamente con su comportamiento. Empezamos a echar cuentas en contra de la gente. Si alguien no se comporta del modo que yo quiero, lo tengo en cuenta contra él, y si continuamente deja de hacer lo que yo quiero la cuenta se hace muy grande, tanto que evitare a esa persona en particular. No quiero conocerla, ni a gente como ella.” (“El Cuarto Camino. El Yo Imaginario. Gurdjieff en acción”).

Un Yo para cada circunstancia.

Miles de yoes o partes fragmentadas habitan en nosotros, a modo de personajes internos, que a veces son difícilmente reconciliables entre sí. Cada uno de estos yoes o personajes, cree ser un único YO que tiene potestad para gestionar a la mente en su totalidad, cuando la realidad, es que estos yoes habitan junto con otros y cada uno de ellos pelea por hacerse con el poder y control absolutos.

Una sola persona, muchas caras.

Algunos de los yoes más populares son:

  • El yo crítico. Es el personaje que te censura de forma casi constante, señalando tus errores por mínimos o insignificantes que estos sean.
  • El yo perfeccionista. Es el personaje que te persigue como un perro insidioso, recordándote que siempre puedes hacerlo mejor y que por tanto no te puedes permitir el lujo de parar y conformarte.
  • El yo controlador. Es el que quiere tener todo bajo control y se genera una serie de expectativas de cómo deberían de ser las cosas.
  • El yo complaciente. Es el personaje que siempre quiere satisfacer a los demás para conseguir su aprecio.

Estos son solo algunos ejemplos pero existen millones de personajes y todos pueden estar habitando en una sola persona. Otros ejemplos serían: el luchador, el fuerte, el mártir, el encantador. Muchos de ellos son tan diferentes que se contradicen entre sí. Este panorama genera un gran caos interior, del cual muchas veces no somos conscientes, porque a nadie le gusta percibirse como fragmentado. Estos personajes o caretas, nos sirven para adaptarnos a los diferentes entornos de nuestro día a día; evidentemente no vas a tener la misma actitud con tu hijo de 6 años, que con tu jefe; hasta aquí todo es comprensible, el problema viene cuando nos identificamos en exceso con determinados roles, o rechazamos otros.

A veces puede suceder que nos identificamos mucho con un rol concreto. Identificarse en exceso con un rol determinado, puede acartonar y limitar enormemente la vida de una persona, porque en cualquier ambiente se moverá siempre con el mismo rol, es entonces cuando se dice que ese personaje ha cristalizado o adquirido mucha fuerza. Ese rol vuelve a la persona rígida, incapaz de moverse con soltura y espontaneidad en todas las situaciones o aspectos de su vida. Lo reconozcamos o no, en nuestro interior tenemos una gran comunidad de tiranos internos luchando sin cesar para hacerse con el poder. […]

¿Qué podemos hacer para unificar esos yoes?

  1. Darnos cuenta de que somos una multiplicidad de yoes divididos y enfrentados. Estos yoes son adquiridos, es decir, se han ido aprendiendo a través de la educación y los condicionamientos sociales. Cada uno de estos personajes desempeña un rol determinado que en un momento nos ayudó a adaptarnos a la demandas del entorno, pero que con el tiempo se ha quedado fijado en nuestra forma habitual de proceder, por lo tanto, ninguno de estos yoes es verdadero, sino que son una serie de caretas o máscaras que nos hemos ido creando a lo largo de nuestra vida para sobrevivir. En este sentido cumplen una función muy importante, el problema viene cuando empezamos a identificarnos en exceso con algunos de ellos, creyéndonos que en realidad somos ellos.
  2. Potenciar el yo observador. Cuando alguien empieza a observar estas caretas desde la postura del observador empiezan a aparecer cambios. Cuando el observador se da cuenta del caos empieza a ganar fuerza y a medida que va ganando más fuerza empieza a controlar a cierto número de subpersonalidades. Cuando la observación crece, el yo observador puede ir gestionando, bloqueando o unificando un número importante de yoes.
  3. Armonizar los opuestos. Hay roles que nos son más fáciles de reconocer, algunos de ellos pueden incluso ser cercanos a nuestra esencia. Otros sin embargo, pueden estar tan reprimidos que nos son absolutos desconocidos. Y lo peor es que muchos de estos roles pueden estar totalmente enfrentados. El objetivo es poner a dialogar de forma armónica a todos estos yoes y llegar a un acuerdo donde todas las partes salgan en la medida de lo posible beneficiadas, para que de esta forma funcionen desde el equilibrio y en pos de un objetivo común.” (“Psicoelévate. Las subpersonalidades o múltiples yoes de la psique humana”).

En un sentido más profundo, esos yoes son producto de nuestro ego. Con relación al ego, el escritor alemán Eckhart Tolle, puntualizó lo siguiente: “Mientras la mente egotista esté gobernado su vida, usted no puede estar verdaderamente en paz; usted no puede estar en paz y realizado excepto por breves intervalos cuando obtuvo lo que quería, cuando un anhelo acaba de ser cumplido. Puesto que el ego es un sentido de sí mismo derivado, necesita identificarse con cosas externas. Necesita ser defendido y alimentado constantemente. Las identificaciones del ego más comunes tienen que ver con las posesiones, el trabajo que uno hace, el nivel social y el reconocimiento, el conocimiento y la educación, la apariencia física, las habilidades especiales, las relaciones, la historia personal y familiar, los sistemas de creencias y también a menudo identificaciones políticas, nacionalistas, raciales, religiosas y otras de carácter colectivo. Ninguna de ellas es usted. […] La mente en sí no es disfuncional. Es una herramienta maravillosa. La disfunción se establece cuando usted busca su identidad en ella y la confunde con lo que usted es. Entonces se convierte en la mente egotista y domina la totalidad de su vida.” (Págs. 36-37. “El Poder del Ahora. Un Camino hacia la Realización Espiritual”).

Eduardo Flores Zazueta

3 comentarios en "Nuestras Subpersonalidades o múltiples Yoes"

  1. muy interesante que importante es darse cuenta de que tenemos por decir así muchas personalidades pero que al darnos cuenta pueden ser modificadas gracias por tan importante informacion

  2. Realmente cierto todos de acuerdo al rol qué jugamos en cada momento del día tomamos la máscara qué más conviene ya sea para obtener aprobación de cualquier índole o bien para obtener lo que deseamos.
    Es un hecho que el ego se manifiesta a cada momento y la mente juega el rol qué le place.
    La conciencia nos permite darnos cuenta de ese juego que jugamos.
    Todo un tema
    Gracias

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