La peligrosa obediencia ciega a la autoridad

La peligrosa obediencia ciega a la autoridad

El experimento de obediencia de Stanley Milgram fue un estudio de psicología social que investigó la disposición de las personas a obedecer a una figura de autoridad, incluso cuando sus órdenes entraban en conflicto con su conciencia personal y podrían causar daño a otros.

El “Experimento de Obediencia a la Autoridad”, de Stanley Milgram.

“A principios de los años 60 del siglo pasado, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram realizó un experimento social que luego se hizo famoso, es decir, un experimento de obediencia a la autoridad. Entre 1960 y 1963 el psicólogo Stanley Milgram, de la ‘Universidad de Yale’, reclutó a 40 voluntarios al azar (obreros, empleados, profesionales, etc.) blancos y masculinos; por lo que creían que era un estudio remunerado sobre la memoria. Se distribuían los papeles del ‘alumno’ y del ‘profesor’:

  • Los ‘profesores’, que no estaban familiarizados con un experimento distinto del explicado.
  • Los ‘alumnos’, cómplices del experimentador.

Los voluntarios fueron conducidos a dos habitaciones separadas, y el ‘profesor’ fue colocado delante de un cuadro de control eléctrico compuesto por varios botones bajo los cuales se escribían el voltaje y el grado de peligrosidad de la descarga. El ‘profesor’ debía entonces leer al ‘alumno’ pares de palabras y proponer asociaciones, a continuación y determinar si la respuesta dada por el ‘alumno’ era correcta. El ‘profesor’ fue sometido inicialmente a una ‘prueba’ con una descarga eléctrica de 45 voltios aplicables para el ‘alumno’; luego procedió personalmente a interrogar al otro (que nunca conseguía muy bien recordar las palabras a memorizar), administrándole descargas de intensidad creciente, de los choques leves (marcados en el botón como ‘shock leve’) hasta subir, por etapas de 15 voltios, a un régimen de 375 voltios (marcados ‘peligro: shock grave’) y finalmente a 435 y 450 voltios, marcados simplemente, sobre el botón, con X. La víctima, en la otra habitación, estaba atada a una especie de silla eléctrica; el voluntario, a poca distancia, no podía verla, pero sí oía sus sonidos. De hecho, cuando el ‘alumno’ se equivocaba, el ‘profesor’ debía infligir una descarga cada vez más fuerte y el experimentador, por su parte, animaba constantemente al sujeto ‘profesor’ a continuar y llevar a cabo el experimento, incluso cuando se mostraban perplejos, o reacios a continuar el interrogatorio y las descargas.

Resultados del Experimento de Milgram.

El grado de obediencia fue medido en base al último interruptor pulsado, y el 65% de las personas llegó hasta el final de la prueba, a pesar de la advertencia de que la descarga podría haber causado graves consecuencias, incluso letales, al ‘alumno’; 26 de cada 40 sujetos continuaron el experimento hasta un máximo de 450 voltios; nadie se negó a continuar antes de alcanzar los 300 voltios. El experimento se repitió en diferentes circunstancias y con variaciones en el método, siempre con resultados similares. Después del experimento, a los voluntarios se les decía la verdad, y lo que había sucedido se discutía con calma.

Objetivo del Experimento de Milgram.

Milgram era hijo de judíos que habían huido del este de Europa durante la ‘Segunda Guerra Mundial’ y quería comprender, como tantos en su condición, por qué los alemanes habían colaborado en el exterminio de los judíos. Desde el principio, el psicólogo, de hecho, presentó su estudio como la explicación definitiva del ‘Holocausto’.

¿Por qué somos tan obedientes?

Este inverosímil y espantoso grado de obediencia que impulsa a los seres humanos a violar sus principios morales y éticos, ha sido explicado por Milgram, por la subordinación a una autoridad que el sujeto considera legítima y que, por tanto, induce un estado de heteronomía*.

*En Filosofía, es la ausencia de autonomía de la voluntad, que se rige por un poder o una ley externos. Es un concepto aplicable en Derecho.

El estado de heteronomía se produce cuando un sujeto ya no percibe las opciones y las acciones que realiza como propias, precisamente porque están regidas por una orden externa. Este estado produce una despersonalización. Al explicar los factores que contribuyen a determinar este estado de heteronomía; el psicólogo estadounidense nos hace comprender por qué existen sumisión, ley del silencio y código de honor, inducidos en tal estado:

  • El primer factor, es la convicción del sujeto de la legitimidad de la autoridad.
  • El segundo factor, es la adhesión al sistema que lleva a la convicción de que obedecer es lo correcto y sobre lo que no se discute.
  • El tercer factor, es la presión social.

“Los peligros de la obediencia.

Todo estaba en la autoridad: Milgram mostró al ser humano como una criatura que cumple ciegamente las órdenes. En los sótanos de la ‘Universidad de Yale’, personas adultas se convirtieron en niños inconscientes, en perros que obedecen a quien ordena ‘sentado’, ‘dame la pata’ o ‘salta en el canal’. Hacían pensar a todos los nazis que, después de la guerra, seguían repitiendo una frase de tres palabras: ‘Befehl ist befehl’, que significa, ‘Una orden es una orden’. En el experimento de Milgram, se explica que el peligro radica en que, si el individuo acepta la definición ideológica de la situación propuesta por la autoridad, incluso una acción destructiva e inmoral, termina siendo considerada razonable o necesaria.” (“Psicología Online. Psicología social. El experimento de obediencia a la autoridad de Stanley Milgram”).

“Estas conclusiones confirman, experimentalmente, la hipótesis de la ‘Escuela de Frankfurt’ de que existe en todos nosotros una dimensión autoritaria de la personalidad, que en la mayoría de las personas genera una obediencia incondicional a la autoridad. Los filósofos conservadores sostienen que la desobediencia atenta contra la misma trama de la sociedad, mientras los humanistas recalcan la primacía de la conciencia individual. (“Polis. Revista Académica de la Universidad Bolivariana. Los peligros de la obediencia. Stanley Milgram.”).

De película.

“Capitán Vidal: ¿Por qué lo hizo?

Doctor Ferreiro: Era lo único que podía hacer.

Capitán Vidal: No, hubiera podido obedecerme.

Doctor Ferreiro: Hubiera podido, pero no lo hice.

Capitán Vidal: Pues hubiera sido mejor para usted. Eso lo sabe. No lo entiendo. ¿Por qué no me obedeció?

Doctor Ferreiro: Es que obedecer por obedecer así, sin pensarlo, eso solo lo hacen gentes como usted, capitán.” (De la película,“El Laberinto del Fauno”, de Guillermo del Toro).

El gregarismo y el control de masas.

Por naturaleza somos gregarios, del latín gregarius; de gregis, rebaño; es decir, que formamos parte del rebaño humano. Por eso nos integramos a grupos y copiamos conductas. “Los medios de comunicación construyen una cultura de masas. Desde que comenzaron a proliferar, los medios de comunicación fueron instalándose en un lugar idealizado como garantes de ‘la Verdad’. Mientras que en la actualidad nadie ignora que los medios producen una realidad virtual, a la vez se mantiene la creencia de que los medios registran objetivamente la realidad exterior, lo cual supone que ésta puede ser filmada de forma neutral: ‘Lo vi en la tele’, ‘Lo leí en el diario’, son afirmaciones que funcionan como prueba de verdad. Al igual que el líder de masas, único poseedor de la palabra, los medios de comunicación ocupan el lugar del ideal y, desde allí, construyen realidad. Manipulan significaciones, producen e imponen sentidos y saberes que funcionan como verdades que, por efecto identificatorio, se transforman en comunes, constituyendo la opinión pública. Al ocupar un lugar idealizado, los medios son garantes del saber y de la información.

En la masa se opera una subjetividad pasiva, servil y sugestionada, con un yo empobrecido que obedece a un amo. La cultura de masas, paradigma del capitalismo, está organizada por la obediencia al imperativo de consumo. Los medios de comunicación conforman una imagen y modulan una voz que exige el consumo mientras que, envuelto en una hipnosis adormecedora, el sujeto se transforma en un objeto cautivo que inconscientemente se somete a la pantalla, consume y se consume.” (“Derecho a Réplica. Medios de comunicación, psicología de las masas y democracia”).

“La mano que mece la cuna, es la mano que gobierna el mundo.”

Así reza el título del poema del poeta inglés William Ross Wallace, al destacar el poder y la influencia de la maternidad en la sociedad y en el futuro de la humanidad; pero esta frase lapidaria puede aplicarse en otros contextos. Los medios de comunicación pertenecen a unos cuantos magnates a nivel mundial. Mismos que van a servir a sus propios intereses. Y para lograrlo, van a mentir y a manipular. Los periodistas y comunicadores están comprados; jamás van a decir algo que ponga en peligro su trabajo y mucho menos su integridad física. Ahora más que nunca, es muy peligroso dejarse guiar por los medios de comunicación y de copiar conductas colectivas.

“La opinión pública es clave en un sistema democrático. Con una opinión pública secuestrada por intereses empresariales y partidistas, las democracias quedan tocadas de muerte. Por eso, el mapa actual de los medios de comunicación es un campo de batalla. El botín en disputa es el control de esta opinión pública. Los medios, aquel supuesto cuarto poder que nunca ha dejado de estar supeditado al poder establecido, corre el peligro de ser barrido del tablero de juego.

Algunos de los datos que recogemos en el cuaderno son alarmantes:

  • El 70% de la oferta comunicativa depende de seis grandes grupos mediáticos.
  • Entre un 20% y un 30% de la población lee revistas o diarios.
  • Un 54% de la población que accede a la información vía Internet, lo hace en un medio de comunicación.
  • Un 43% de la ciudadanía confía en los medios e, incluso, las mismas profesionales del sector sitúan la independencia de los medios por debajo del 5 en una escala del 0 al 10.” (“Opcions. Medios de comunicación: peligros, retos y modelos a seguir”):

Hay que volvernos egregios, del latín ex, fuera y gregis, rebaño, para salir del rebaño humano. Es a través de la elevación de la conciencia, que podemos ser más críticos y discriminativos, para no ceder al control y a la manipulación de masas.

El pacifista, político, pensador y abogado Mahatma Gandhi, quien promovió la desobediencia civil no violenta, aseveró que, “Cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer”. Y yo le agregaría, cuando una orden es arbitraria, lo correcto es desobedecerla. Como afirmó el filósofo, poeta, músico y filólogo alemán Friedrich Nietzsche: “El que no es dueño de sí mismo está condenado a obedecer”.

Eduardo Rafael Flores Zazueta

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