¿Cómo se manifiesta nuestra Mente Egoica?

¿Cómo se manifiesta nuestra Mente Egoica?

“La mente egoica es una forma de pensar que se centra en el ‘yo’ y que puede generar sufrimiento. Puede llevar a conflictos internos, ansiedad, y baja autoestima.” “El ego es una creación de nuestra mente, necesaria para forjarnos una identidad con la que presentarnos ante el mundo. Sin embargo, a menudo el ego es fuente de sufrimiento. La mente nos boicotea con pensamientos egoicos que minan nuestra autoestima y nos hacen entrar en estados de ansiedad y conflictos internos.” (“Centro Cultural La Malagueta. Más allá del ego. Hacia la consciencia del ser”).

“La Mente Egoica.

La mayoría de las personas están completamente identificadas con la voz de su cabeza —la corriente incesante de pensamientos involuntarios y compulsivos y las emociones que la acompañan— que podríamos decir que están poseídas por su mente. Mientras no seamos conscientes de ello, tomaremos al pensador como lo que somos. Ésta es la mente egoica. La llamamos egoica porque hay un sentido de sí mismo, de yo (ego), en cada pensamiento, cada recuerdo, cada interpretación, opinión, punto de vista, reacción, emoción. Esto es inconsciencia, espiritualmente hablando.

Tu pensamiento, el contenido de tu mente, está condicionado por el pasado: tu educación, tu cultura, tu entorno familiar, etc. El núcleo central de toda tu actividad mental está formado por ciertos pensamientos, emociones y patrones reactivos repetitivos y persistentes con los que te identificas más fuertemente. Esta entidad es el ego mismo. En la mayoría de los casos, cuando dices ‘yo’, es el ego el que habla, no tú. Se compone de pensamiento y emoción, de un conjunto de recuerdos con los que te identificas como ‘yo y mi historia’, de roles habituales que desempeñas sin saberlo, de identificaciones colectivas como nacionalidad, religión, carrera, clase social, lealtad política. Contiene también la identificación personal, no sólo con las posesiones, sino también con opiniones, apariencia externa, resentimientos de larga data, o conceptos de ti mismo como mejor que o no como tan bueno como los demás, como un éxito o un fracaso.

El contenido del ego varía de persona a persona, pero en cada ego funciona la misma estructura. En otras palabras: los egos sólo difieren en la superficie. En el fondo, todos son iguales ¿En qué sentido son iguales? Viven de la identificación y de la separación. Cuando vives a través del yo creado por la mente, compuesto de pensamiento y emoción, que es el ego, la base de tu identidad es precaria porque el pensamiento y la emoción son, por su propia naturaleza, efímeros, fugaces. Por eso, todo ego está luchando continuamente por sobrevivir, tratando de protegerse y expandirse. Para sostener el pensamiento del yo, necesita el pensamiento opuesto del ‘otro’. El ‘yo’ conceptual no puede sobrevivir sin el ‘otro’ conceptual. Los otros son lo más diferente cuando los veo como ‘enemigos’.

Características de la mente egoica.

  • Es quejumbrosa. La queja es una de las estrategias favoritas del ego para fortalecerse. Cada queja es una pequeña historia que la mente inventa y en la que tú te crees por completo. No importa si te quejas en voz alta o sólo en el pensamiento. Algunos egos que tal vez no tienen mucho más con lo que identificarse sobreviven fácilmente sólo con quejarse. Cuando estás en las garras de un ego así, quejarte, especialmente de otras personas, es algo habitual y, por supuesto, inconsciente, lo que significa que no sabes lo que estás haciendo. Hay muchas personas que siempre están esperando algo nuevo contra lo que reaccionar, que les moleste y nunca tardan en encontrarlo: ‘Esto es un escándalo’; dicen, ‘¿Cómo te atreves a…’. ‘Me molesta esto’. Son adictas al enojo y a la ira como otros a una droga. Al reaccionar contra esto o aquello, afirman y fortalecen su sentimiento de identidad.
  • Es resentida. El resentimiento es la emoción que acompaña a la queja y a la etiqueta mental de las personas y que añade aún más energía al ego. El resentimiento significa sentirse amargado, indignado, agraviado u ofendido. Resiente la codicia de otras personas, su deshonestidad, su falta de integridad, lo que están haciendo, lo que hicieron en el pasado, lo que dijeron, lo que no hicieron, lo que deberían o no deberían haber hecho. Un resentimiento de larga data se llama queja. Un resentimiento, es una fuerte emoción negativa relacionada con un acontecimiento de un pasado a veces distante, que se mantiene viva mediante el pensamiento compulsivo, al volver a contar en la cabeza o en voz alta la historia de ‘lo que alguien me hizo’ o ‘lo que alguien nos hizo’.
  • Se identifica con el cuerpo. En Occidente, la apariencia física del cuerpo es lo que contribuye en gran medida a la percepción que tenemos de quién somos: nuestra fuerza o debilidad, nuestra belleza o fealdad en relación con los demás. Para muchas personas, su autoestima está íntimamente ligada a su fuerza física, su buena apariencia, su forma física y su apariencia externa. Muchas sienten que su autoestima está disminuida porque perciben su cuerpo como feo o imperfecto. En algunos casos, la imagen mental o el concepto de ‘mi cuerpo’ es una distorsión total de la realidad. Quienes se identifican con su buena apariencia, su fuerza física o sus habilidades sufren cuando esos atributos comienzan a desvanecerse y desaparecer, como por supuesto ocurrirá. La identidad misma que se basaba en ellos se ve amenazada de derrumbarse. Equiparar el cuerpo físico percibido por los sentidos, que está destinado a envejecer, marchitarse y morir, con el ‘yo’ siempre conduce al sufrimiento, tarde o temprano. Si no equiparamos el cuerpo con lo que somos, cuando la belleza se desvanece, el vigor disminuye o el cuerpo se vuelve incapacitado, esto no afectará de ninguna manera a nuestro sentido de valor o de identidad. De hecho, a medida que el cuerpo comienza a debilitarse, la dimensión informe, la luz de la conciencia, puede brillar más fácilmente a través de la forma que se desvanece.”

Así como todo veneno tiene su antídoto y en Judo, toda llave incluye una contra-llave; de la misma manera, la no reacción neutraliza las reacciones egoicas propias y la del ego humano colectivo.

La no reacción.

“No reaccionar ante el ego de los demás, es una de las formas más eficaces no sólo de ir más allá del ego en uno mismo, sino también de disolver el ego humano colectivo. Pero sólo se puede estar en un estado de no reacción, si se puede reconocer que la conducta de alguien proviene del ego, como una expresión de la disfunción humana colectiva. Cuando uno se da cuenta de que no es personal, ya no hay una compulsión a reaccionar como si lo fuera. Al no reaccionar ante el ego, a menudo se podrá hacer aflorar la cordura en los demás, que es la conciencia incondicionada en contraposición a la condicionada.

La no reacción no es debilidad sino fortaleza. Otra palabra para no reaccionar es perdón. Perdonar es pasar por alto, o más bien mirar a través. Miras a través del ego hacia la cordura, que está en cada ser humano como su esencia. Al ego le encanta quejarse y sentirse resentido, no solo con otras personas sino también con las situaciones. Lo que puedes hacerle a una persona, también puedes hacerlo con una situación: convertirla en un enemigo. A veces, es posible que tengas que tomar medidas prácticas para protegerte de personas profundamente inconscientes. Esto puedes hacerlo sin convertirlas en enemigas. Sin embargo, tu mayor protección es estar consciente. Alguien se convierte en enemigo si personalizas la inconsciencia que es el ego.” (“Wisdom2Be. La mente egoica: LA NUEVA TIERRA de Eckhart Tolle”).

El Ser Verdadero.

“El Ser Verdadero es lo que realmente somos y está conectado con el Todo Lo Que Es. Siempre está en la vibración del amor. Opera a través del paradigma de ganar/ganar (yo gano y tú ganas, también conocido como cooperación). Cuando vivimos como nuestro Ser Verdadero, sentimos una sensación de expansión y sabemos que somos importantes, pero no de una manera egoísta; este sentimiento es silenciosamente poderoso, humilde y conectado. Si bien podemos experimentar emociones y pensamientos negativos, estos ocurren a un nivel más superficial porque subyacente a estas emociones hay una base de amor y un estado de conciencia de que no somos nuestras emociones ni nuestros pensamientos: somos algo mucho más grande.

Cuando actuamos desde nuestro Ser Verdadero, experimentamos un estado de neutralidad la mayor parte del tiempo –una sensación de paz interior y serenidad– mientras la película de la vida se desarrolla tal como lo haría cuando estamos en nuestra mente egoica, pero no estamos ‘dentro de ella’. Es simplemente una película y no tenemos que subirnos a la montaña rusa de pensamientos y emociones que la mente egoica elegiría. El Ser Verdadero sabe que en la vida las cosas cambian constantemente –las personas, los lugares y las situaciones van y vienen, a veces conseguimos lo que queremos y a veces no–, pero eso no hace ninguna diferencia real en nuestra sensación de paz interior ¡Éste es el verdadero poder personal! Y es la base de la verdadera felicidad.” (“Blog de Nicole Bayliss. La mente egoica versus el verdadero yo”).

A los 16 años de edad ingresé a la Orden Rosacruz (AMORC) y asistía frecuentemente a la Logia Quetzalcóatl en la Ciudad de México. Un domingo, después de participar en la Ceremonia en el Templo, me acerqué a saludar al Maestro Morales; al estrecharnos las manos, se me quedó mirando fijamente y me dijo: “Y tú, ¿quién eres?” Esa pregunta tan directa me descontroló totalmente y apenas si logré balbucear mi nombre y decir que estaba estudiando. Años después, al leer la obra del poeta, pintor, novelista y ensayista libanés Gibrán Khalil Gibrán, me topé con estas palabras: “Sólo una vez me han hecho enmudecer. Fue cuando un hombre me preguntó: ¿Quién eres tú?”. Entendí que esa pregunta se dirige directamente a nuestra esencia, que está más allá de las formas mentales y físicas. No importa el nombre que recibí de mis padres, si estudié y lo que estudié, si trabajo y en dónde trabajo, etc. El filósofo español José Ortega y Gasset, en su obra “Meditaciones del Quijote”, lo expresó de la siguiente manera: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Es decir, hay una parte en mí que me hace estar consciente de mi individualidad, que es mi propio Ser. Me permite reconocerme cuando tuve 7, 10 o 15 años de edad, aunque mi cuerpo y mis emociones ya no sean los mismos. También soy consciente de que hay circunstancias que han ido cambiando con el paso del tiempo y sé que seguirán cambiando, pero no así mi propia individualidad, que me permite vivir y recordar todo eso que cambia.

Eduardo Flores Zazueta

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